Acto 9 de julio • Palabras alusivas


Si hablamos de un acto por el 9 de julio de 1816, inevitablemente aparecerá en nuestra cabeza el concepto de independencia. ¿Ser independiente de qué? El acta que firmaron nuestros patriotas hace 202 años lo explicita: “Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España”. Entonces, aquello de lo cual nos independizamos es de aquel despotismo que privaba a nuestros compatriotas del poder de decidir, en una palabra, de la libertad.

Ya tres años antes de aquel 9 de julio aparecía en lo que luego se convertiría en nuestro Himno Nacional, el concepto de libertad asociado a tres frases: un grito sagrado, el ruido de rotas cadenas y la noble igualdad. Analicemos cada una de estas frases:

En primer lugar, ¿qué es el grito sagrado? Es la necesidad de expresarse, de hacerse oír, especialmente cuando hay un otro que no nos escucha. Y es sagrado porque en la moral el hombre no se vende, porque hay ciertos aspectos de la vida humana que no se negocian, y eso es lo que los convierte en irrenunciables y, por lo tanto, sagrados.

En cuanto al “ruido de rotas cadenas”, vemos que nuevamente se hace referencia al hecho de hacerse oír, particularmente en un contexto en el cual el acto de escuchar era arbitrario. Como mencionamos al principio, el acta de la independencia hablaba de un clamor como espíritu de época, cuyo objeto era emancipar al pueblo de un poder tiránico.

Por último, “la noble igualdad”. Para ser independientes, debemos partir de la premisa de que todos somos iguales: ante nuestro prójimo, ante la ley, ante los ojos de Dios. Y es en función de esa igualdad que, en unión, los pueblos manifiestan su identidad.

Es en esta sintonía que hoy se cumplen 202 años del día en que un grupo de próceres decidió alzar su voz y, representando a sus compatriotas, se adelantaron a lo que sería un gobierno democrático, sistema que hoy en día ustedes ven con tanta naturalidad pero que en aquel entonces fue un desafío para que dejara de ser un sueño.

Las palabras del Evangelio son muy elocuentes al respecto: “la verdad os hará libres”, dice San Juan (Jn. 8:32). Usemos ese derecho, el de ejercer la verdad, para lograr finalmente liberarnos de todas las ataduras que nos impiden ser nosotros mismos.